Invenciones, acuerdos... verdades acordadas, ilusiones....
Nos movemos en el mundo con el cuerpo, por el cuerpo y con cuerpos... choques, encuentros y desencuentros, espacios, conteos, materia, tiempo, periodicidad, vida y muerte.
El mundo se nos abre como un extenso territorio inestable, movedizo, con un suelo plagado de hoyos por los cuales caemos, de los que emergemos y por los que nos constituimos. Caídas, dolor, crecimiento. Siempre el cuerpo marcado, siempre el cuerpo haciéndose.
En el centro de ese devenir sin sentido el hombre-cuerpo, el hombre-mente, el hombre- inacabado hace rizoma con el mundo, con los otros. Su cuerpo, dotado de miles de brazos que se regala a si mismo, se expande intentando asirse de las salientes del gran mundo abismado.
Su mundo-hueco, su mundo tan trágicamente mundano hace que levante la mirada e invente universos paralelos, dioses, profetas, etc. Sus ojos, corporalmente limitados, pretenden alcanzar la nitidez del cielo, la seguridad de su existencia y del poderío que le fue otorgado a él como hombre. Este pequeño y a la vez enorme ser, baila, gira la rueda, aspira, espera, sueña... crea y se crea.
Sin embargo, en terreno inestable el hombre-dios, nueva especie surgida de la pérdida de sí mismo, intenta sublimar sus extremidades para no caer. Inmerso en el devenir dolorosamente azaroso, intenta proyectar su vida... intenta controlarla. Del centro sin fondo, surge la institución, surgen los prejuicios, surge el deber ser. Del ojo enceguecido por el resplandor de un sol demasiado brillante, ficticio, surgen las “tablas de la verdad”, los designios para el hombre que, imposibilitado y mediocre, cree en el destino, lo preestablecido y, que a su vez, construye quimeras, la ilusión de un porvenir controlado y anticipado. Este nuevo hombre sólo se mueve a través de imposiciones y represiones… él es victima de lo escrito en el libro de su vida y aún tiene la osadía de aseverar que tiene el control sobre ella.
El hombre-cuerpo quiere ahora ser hombre-mente, hombre-dios... es ahora pseudo-hombre. Existencia determinada tan sólo por exigencias ético-estéticas, hombre supraumbilical, es tan sólo una porción de existencia castrada, reprimida y modificada.
Un proyecto de vida, un plan.... mejor la vida creada, mejor el hombre-cuerpo haciéndose felízmente mundano. Mejor el hombre-pulpo que toca el mundo y alcanza dioses, que los siente a través de su cuerpo dotado de ojos... dioses que no huyen del mundo sino que se lo regalan para que lo transforme. Mejor hombre que siente, se duele y vive.
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