lunes, 13 de octubre de 2008

Recayendo…

La primera vez…. Una primera experiencia… primer sorbo, primera degustación… ¿Se puede contener el deseo de la repetición?... ¿qué fascinación enferma se esconde tras la primera sensación… tras la esperanza de su regeneración? Es el nuevo nacimiento el que se avecina… es lo ausente presente en el recuerdo vivaz y en el deseo que se renueva angustiosamente.
Una vez sentido… plenitud fugitiva… ¿qué puede traer consigo el retorno a ella?
Una estrella deseada, siempre fugitiva siempre fugaz… la lejanía y la ausencia dicen la presencia, dicen la permanencia; la mirada se pierde en un horizonte oscuro, lejano… la mirada cae para alcanzarse, la mirada repara en la cicatriz, en el recuerdo petrificado.
La huella, la marca, el pliegue… una mano tocando(se), la piel que se siente atravesando(se). La mano que se abre e inspecciona, los tentáculos se mueven desordenadamente, besan, miran, rozan… superficies que reaccionan, se levantan, se reconocen tras un nuevo tacto, nuevo silencio… nueva piel.
Los ojos se callan y los labios se contraen, la mano ve y descubre, las pestañas se mueven frenéticamente abriendo al ojo refugiado en su centro descentrado, en su eje móvil que gira siguiendo el ritmo de un corazón agitado.
La mano me descubre, la mano me abre y palpito debajo de ella… el cuerpo… enorme órgano de muchos inquilinos, serie de espasmos contenidos en la multiplicidad, en la diversidad de un solo rostro, de muchas máscaras. La música estalla en el centro oscuro dejando tras de sí un hoyo profundo de colores.
Estallo y devengo fragmentos coloridos que teñidos tiñen la superficie sobre la que yacen. Mis palabras me reúnen en mis múltiples rostros… la tinta me cubre dicendo(me) –(se). La mano sola, la palabra cayendo como la música… me abismo una vez he atravesado el espejo… mi cuerpo es tocado como la cuerda que siendo tañida logra cantar… la mano poderosa, la mano enferma, el tacto… la música, el blanco invadido.
Pausas en la escritura, pausas en la música, la respiración y su mutación a vibraciones, melodías, oscilación… un péndulo y el sonido contenido en el vacío generado por su paso reiterado, repetitivo… la música se proyecta indefinidamente y mi escritura intenta alcanzarla.
He devenido puntos suspensivos, espera, abertura…. El hoyo abierto por la caída apresurada de las palabras me ha convertido en una pequeña centrífuga, el centro es el quiebre, la plenitud no es más ausencia, es el vacío de lo que como trasfondo se desborda. Silueta inconsistente es la que me regala el vacío que me sostiene, que me contiene.
Cuando las palabras se reúnen sin invitarme el silencio baila en la habitación, soy partícipe del aquelarre… la pluma intenta pintarlas, ellas escapan, no piden que las escriba, quieren ser escuchadas. Mi mente deviene geografía, el mapa se crea solo y las letras hacen caminos; mis pies las siguen inseguros… calladita me repliego como en el útero de una madre amorosa, los ojos se duermen y el oído se apresta, se asusta, reacciona… mis manos tiemblan se abren y se cierran, quieren aprender la danza, quieren emprender la travesía. Mi cuerpo se fragmenta, revienta, se mueve… me han poseído, he sido invitada a la reunión de la voz, he sido pintada… me pinto… la mano enferma escala por mi cuerpo como la enamorada del muro. Mis ojos se abren y se encuentran habitados por el color, por miles de colores, se abren y se derraman sobre mi piel. El remolino se muestra en mi vientre, vértigo…la búsqueda… mis labios se abren y la voz emerge como imágenes, signos, símbolos… mi cuerpo es territorio virgen, puro como la hoja en blanco, albergue para esas figuras…
El horizonte es la luna roja, eclipsada… calidez engendrada por la plenitud de la oscuridad. La mirada recae sobre ella misma, se mira detrás del espejo atravesada.

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