lunes, 13 de octubre de 2008

Requiem

Se selló todo con un beso... no más palabras, todofue dicho. Se convocaron los grandes y pequeños deseos diseminados en palabras, reunidos de súbito en dos ojos, en un instante. Dos rostros se desfiguraron en una cercanía difusa, hablando con la voz que está detrás de la voz.
No... las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia... esa noche se vió, no se nombró nada, nada cayó en la perversión del lenguaje hablado. La pureza residió en la oscuridad de un abrazo que pedía la fusión necesaria de dos cuerpos que se abrían a la delicada urgencia del rocío.
Escasamente opacos y apenas transparentes se encontraron... Cuando la palabra sobra y queda sólo la piel que arrebata jirones a la sombra al ser zaherida por la luz. Uno que otro espejo roto multiplicó su noche al infinito y la mirada se extravió como un inseguro transeunte del desvelo.
Las manos pobladas de ojos se atrevieron a ver lugares prohibidos abriéndolos como si fueran llaves doradas.
Ella quiso ser siempre como fueron aquella noche: dos criaturas en dulce erección. Él, él estaba, el silencio más puro y más ulcerante. El deseo residía en sus manos y en su mirada que abrió la noche, el cuerpo de ella...él en donde se situaron toda esa conspiración de invisibilidades.
Esa noche ella salió con una promesa en la boca, con los labios sellados y su garganta cargada de dulces silencios. Ella salió, la errancia, la canción de los dos. Su temblor que como en una metáfora el alma se comparó con una candela. Fueron cuerpos; pasaportes para el erotismo. Fueron el cuerpo mismo del amante simbólico, fueron el encuentro de dos angustias felizmente complementarias... Ella salió.
La noche se cerró como se cierra el agua sobre una piedra. Ella con su cuerpo rebosante.
Los días se siguieron unos a otros como suele pasar con los días, con el tiempo, sólo circula dejando cosas atrás, transitando por entre él mismo. Ellos seguían juntos, tan dentro del tiempo que por momentos parecía desvanecerse por entre sus besos y los deseos de esos que nunca llegaron; pasó a través de sus encuentros y desencuentros.
Escribió toda la noche para buscar a quien la buscaba. Su recuerdo, su mirada que engalanaba su vocabulario como a un espléndido palacio de papel. Ella sólo pedía ayuda en su intento de escribir palabras en esa noche, en ese mundo... ¿cómo podía hablar del espacio ausente de sus miradas, de sus caricias? ¿cómo hablar de sus propios deseos ardiendo con los recuerdos de instantes que brillaban como ídolos? ¿cómo hablar de ellos sin que esas palabras los corrompieran?
Esa noche recordó la primera impronta de su sangre en tierra. Las sombras encajaron la una sobre la otra. El palacio de la noche se cirnió sobre ellos, sobre esa danza frenética que desató los ojos, los temores...Noche colmada de palabras sencillas que hablaron de nombres que se llamaron desde las sombras, las manos se abrieron a las delicias, la boca de ella no pudo abandonar los ojos de él... no entendieron más que ese lenguaje... esa pequeña diferencia de traspasar la pureza con pureza.
La noche estuvo ebria de revelaciones, ellos se inventaron y los versos convertidos en cenizas se extraviaron para siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuerpo rebosante de la noche, rodeado de un vestido de palabras de deseo, de colores... :)